'Los colores de la montaña' abre el Festival de Cine de Cartagena
La película cuenta la amistad de tres niños que pierden su balón de fútbol en un campo minado.
Faltó poco para que el realizador antioqueño Carlos César Arbeláez pasara el guion de Los colores de la montaña -película que hoy abre el Festival de Cine de Cartagena y que compite como Mejor cinta iberoamericana- por la trituradora de papel y lo desechara para siempre. Estaba harto. Ya no quería saber nada de ese proyecto al que tanta pasión, tiempo y esfuerzo le había dedicado, pero que se había ido al traste poco antes del rodaje, tras la muerte de su productor, Jaime Osorio.
Tenía listos los escenarios del rodaje, había hecho las audiciones y ganado un jugoso estímulo económico. Y ahora estaba deprimido, tanto como para no salir de su casa durante tres años y perder el pelo, aunque no tanto como para haber escrito dos nuevos guiones.
"Tenía temor de volver a fracasar. Cuatro años tratando de hacerla y nada. En el ambiente del cine se dice que uno está 'arrastrando un cadáver' cuando hace un guion que no se rueda y en el que sigue insistiendo", comenta Arbeláez.
Tenía listos los escenarios del rodaje, había hecho las audiciones y ganado un jugoso estímulo económico. Y ahora estaba deprimido, tanto como para no salir de su casa durante tres años y perder el pelo, aunque no tanto como para haber escrito dos nuevos guiones.
"Tenía temor de volver a fracasar. Cuatro años tratando de hacerla y nada. En el ambiente del cine se dice que uno está 'arrastrando un cadáver' cuando hace un guion que no se rueda y en el que sigue insistiendo", comenta Arbeláez.
Pero su nuevo productor, Juan Pablo Tamayo, lo forzó a regresar a ella. La historia de los tres pequeños amigos campesinos que sueñan con ser futbolistas, pierden su balón en un campo minado y deciden rescatarlo no se podía dejar de contar, y así lo entendió Tamayo.
Su terquedad obligó a Arbeláez a regresar a Jardín (Antioquia), desde siempre el escenario imaginado para su película, a mejorar el guion del que terminó escribiendo 17 versiones y a repetir lo más duro: escoger a los niños, afianzado en la tradición de actores naturales que inauguró en el país el papá de los cineastas antioqueños de hoy: Víctor Gaviria.
"En un principio, los productores me dijeron que no estaban de acuerdo con que yo rodara con actores naturales, porque eso iba a ser malo para la taquilla", agrega el director. Para complacerlos, se vino para Bogotá e hizo audiciones: "Afortunadamente, no funcionaron".
Despejadas las dudas, se dedicó a buscar a los niños campesinos. Les hizo casting a unos dos mil pequeños estudiantes de 22 escuelas del deporte, en Antioquia, porque era fundamental que fueran futbolistas. Grabó a unos 600 y preseleccionó a 40. Luego a 10. Por último, fueron escogidos Hernán Mauricio Ocampo (Manuel) -cuya ternura y carisma le dieron el protagónico-, Nolberto Sánchez (Julián) y Genaro Alfonso Aristizábal ('Poca Luz', porque es albino). El primero de Sonsón, el segundo de Jardín y el tercero de Granada.
A hacerse amigos
"Me los llevé a los tres a Jardín, porque si la historia es una amistad entre esos tres niños, eso se debía sentir. Los hice amigos", comenta.
Trabajaron durante casi un año, pero el director jamás les mostró el guion. "Lo ensayábamos de una manera muy lúdica; yo les decía: ustedes van a planear cómo coger unos mangos de este palo porque acá hay un señor muy bravo que los va a regañar".
De alguna manera, los niños 'escribieron' el guion para él con sus improvisaciones, aunque hay muchas escenas que quedaron tal como Arbeláez las planeó: como en la que Julián le muestra a Manuel, una a una, las balas que cada tanto le manda su hermano desde la guerrilla y le explica a qué tipo de armas pertenecen.
"Tengo en mi casa más de 50 casetes Mini DV de hora y media de ensayos. A la final, ya no son actores naturales, porque los ensayé mucho". Pero, hay que decirlo, en Los colores de la montaña las actuaciones resultan tan frescas que no parece haber esfuerzo de por medio.
Rodaron en el 2009, cinco años después de que Arbeláez fuera por primera vez a Jardín e hiciera los primeros castings de su intento fallido inicial. Pero, había una ventaja con respecto al pasado y era que ahora el director conocía mejor la región, había compartido más con los campesinos, se había llenado de detalles que, al final, le dieron veracidad al relato.
Los colores... presenta la cotidianidad de los campesinos en sus parcelas, el amor por sus animales, su sabiduría para valorar los detalles más pequeños, los juegos infantiles, pero también la impotencia, el miedo y la vulnerabilidad en la que están frente a los grupos armados. Sin embargo, todo está visto desde la óptica infantil.
"Eso me ha permitido dejar mucha violencia fuera de cuadro. Yo quería que la película tuviera ese ambiente psicológico de zozobra que narran los campesinos cuando uno les pregunta por el desplazamiento, pero no quería mostrar el conflicto colombiano.
Se ve un muerto, se oyen unos helicópteros del Ejército, se ve unos guerrilleros en unas motos, pero en vez de quedarme con ellos me voy con los niños".
Ya en escena, los pequeños sienten que algo pasa cuando sus compañeros de curso nunca vuelven al salón de clase o cuando ven alejarse cargando su maleta, una y otra vez, a la profesora de turno. "Esta película le abre una ventana al espectador para que entienda qué pierden ellos cuando deben dejar el campo", agrega el autor.
Pero los niños actores nunca supieron de qué se trataba realmente la historia. Nadie les dijo que iban a rescatar un balón de un campo minado o que había, en ese pueblo, grupos armados que estaban en conflicto. Por eso, hace seis meses, cuando la vio por primera vez, Hernán Mauricio no la entendió del todo.
Esa filosofía de no revelarles detalles a los niños hace parte de algo más grande dentro de Los colores de la montaña, ganadora del Premio Cine en Construcción del Festival de San Sebastián (España) y por la cual su autor fue escogido como Mejor nuevo director iberoamericano en el mismo certamen.
Arbeláez, de 43 años, quería evitar, a toda costa, manipular al espectador con actuaciones recargadas, con sensiblería o con un montaje efectista. Por eso, está contada a la manera clásica: linealmente y, entre escena y escena, hay fundidos a negro. La cámara acompaña, pero no dramatiza. Hay pocas lágrimas. Con una gran experiencia en documentales, el cineasta se cuidó de regodearse con la tristeza y el dolor. "Logramos una propuesta visual muy respetuosa", dice sobre su ópera prima.
Esta noche, los tres niños serán la atracción de la inauguración del Festival de Cine de Cartagena, en el Centro de Convenciones. Verán, dos de ellos por primera vez, el filme al que le dedicaron un año de sus vidas y al que Arbeláez le entregó casi 10 y que, por poco, nunca ve la luz.
Cine para 2 mil personasSu terquedad obligó a Arbeláez a regresar a Jardín (Antioquia), desde siempre el escenario imaginado para su película, a mejorar el guion del que terminó escribiendo 17 versiones y a repetir lo más duro: escoger a los niños, afianzado en la tradición de actores naturales que inauguró en el país el papá de los cineastas antioqueños de hoy: Víctor Gaviria.
"En un principio, los productores me dijeron que no estaban de acuerdo con que yo rodara con actores naturales, porque eso iba a ser malo para la taquilla", agrega el director. Para complacerlos, se vino para Bogotá e hizo audiciones: "Afortunadamente, no funcionaron".
Despejadas las dudas, se dedicó a buscar a los niños campesinos. Les hizo casting a unos dos mil pequeños estudiantes de 22 escuelas del deporte, en Antioquia, porque era fundamental que fueran futbolistas. Grabó a unos 600 y preseleccionó a 40. Luego a 10. Por último, fueron escogidos Hernán Mauricio Ocampo (Manuel) -cuya ternura y carisma le dieron el protagónico-, Nolberto Sánchez (Julián) y Genaro Alfonso Aristizábal ('Poca Luz', porque es albino). El primero de Sonsón, el segundo de Jardín y el tercero de Granada.
A hacerse amigos
"Me los llevé a los tres a Jardín, porque si la historia es una amistad entre esos tres niños, eso se debía sentir. Los hice amigos", comenta.
Trabajaron durante casi un año, pero el director jamás les mostró el guion. "Lo ensayábamos de una manera muy lúdica; yo les decía: ustedes van a planear cómo coger unos mangos de este palo porque acá hay un señor muy bravo que los va a regañar".
De alguna manera, los niños 'escribieron' el guion para él con sus improvisaciones, aunque hay muchas escenas que quedaron tal como Arbeláez las planeó: como en la que Julián le muestra a Manuel, una a una, las balas que cada tanto le manda su hermano desde la guerrilla y le explica a qué tipo de armas pertenecen.
"Tengo en mi casa más de 50 casetes Mini DV de hora y media de ensayos. A la final, ya no son actores naturales, porque los ensayé mucho". Pero, hay que decirlo, en Los colores de la montaña las actuaciones resultan tan frescas que no parece haber esfuerzo de por medio.
Rodaron en el 2009, cinco años después de que Arbeláez fuera por primera vez a Jardín e hiciera los primeros castings de su intento fallido inicial. Pero, había una ventaja con respecto al pasado y era que ahora el director conocía mejor la región, había compartido más con los campesinos, se había llenado de detalles que, al final, le dieron veracidad al relato.
Los colores... presenta la cotidianidad de los campesinos en sus parcelas, el amor por sus animales, su sabiduría para valorar los detalles más pequeños, los juegos infantiles, pero también la impotencia, el miedo y la vulnerabilidad en la que están frente a los grupos armados. Sin embargo, todo está visto desde la óptica infantil.
"Eso me ha permitido dejar mucha violencia fuera de cuadro. Yo quería que la película tuviera ese ambiente psicológico de zozobra que narran los campesinos cuando uno les pregunta por el desplazamiento, pero no quería mostrar el conflicto colombiano.
Se ve un muerto, se oyen unos helicópteros del Ejército, se ve unos guerrilleros en unas motos, pero en vez de quedarme con ellos me voy con los niños".
Ya en escena, los pequeños sienten que algo pasa cuando sus compañeros de curso nunca vuelven al salón de clase o cuando ven alejarse cargando su maleta, una y otra vez, a la profesora de turno. "Esta película le abre una ventana al espectador para que entienda qué pierden ellos cuando deben dejar el campo", agrega el autor.
Pero los niños actores nunca supieron de qué se trataba realmente la historia. Nadie les dijo que iban a rescatar un balón de un campo minado o que había, en ese pueblo, grupos armados que estaban en conflicto. Por eso, hace seis meses, cuando la vio por primera vez, Hernán Mauricio no la entendió del todo.
Esa filosofía de no revelarles detalles a los niños hace parte de algo más grande dentro de Los colores de la montaña, ganadora del Premio Cine en Construcción del Festival de San Sebastián (España) y por la cual su autor fue escogido como Mejor nuevo director iberoamericano en el mismo certamen.
Arbeláez, de 43 años, quería evitar, a toda costa, manipular al espectador con actuaciones recargadas, con sensiblería o con un montaje efectista. Por eso, está contada a la manera clásica: linealmente y, entre escena y escena, hay fundidos a negro. La cámara acompaña, pero no dramatiza. Hay pocas lágrimas. Con una gran experiencia en documentales, el cineasta se cuidó de regodearse con la tristeza y el dolor. "Logramos una propuesta visual muy respetuosa", dice sobre su ópera prima.
Esta noche, los tres niños serán la atracción de la inauguración del Festival de Cine de Cartagena, en el Centro de Convenciones. Verán, dos de ellos por primera vez, el filme al que le dedicaron un año de sus vidas y al que Arbeláez le entregó casi 10 y que, por poco, nunca ve la luz.
Para celebrar el Bicentenario de la Independencia de Cartagena, esta noche se presentará al aire libre y gratis, en el camellón de los Mártires, la película 'También la lluvia'. Estará presente uno de sus protagonistas: el reconocido actor español Luis Tosar. Informes: (5) 664-5361.
¿Quién es Carlos César Arbeláez?
Comunicador Social de la Universidad de Antioquia, se ha dedicado durante 10 años al documental, sobre todo al de corte urbano. Fue clarinetista y estudió algunos semestres de ingeniería electrónica. Su amor por el cine se lo debe al gran crítico antioqueño Luis Alberto Álvarez. Dice que nunca ha trabajado en rodajes que no son los suyos. Se ha desempeñado en todos los oficios cinematográficos.
'Nadie sueña con rodar en el campo'
Eso pensaba el director, que nunca ha vivido en el campo, antes de rodar su película. Le parecía anticuado, muy de los años 60, pero todas sus dudas se despejaron cuando vio 'A través de los olivos', una película del reconocido director iraní Abbas Kiarostami: "Pensé, 'estoy bobeando, el campo no es el problema'". 'Los colores...' tiene otros referentes: entre ellos 'Simón, el mago', de Víctor Gaviria.
PAOLA VILLAMARÍN
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