martes, 23 de agosto de 2011

EDUARDO RAMIREZ VILLAMIZAR NOTABLE ARTISTA COLOMBIANO...


Ramírez Villamizar no hizo más que tratar -como tratado y tratadista- de observar lo que había en él y desde allí hacía mayor poder la inquietud. La escultura es inquietud que tiene como punto de apoyo la tensión. No se puede ser escultor sin tensiones. La tradición no es la imitación de los “símbolos” dominados en la exterioridad sino de los símbolos proyectados en lo ideal, que nunca serán reales, sino que poseen su sentido y su esencia en lo ideal, en el inconsciente (de Szyslo o Revilla) del sueño. La realidad es todavía lo que es sueño, por eso dice Ramírez Villamizar: “En lo alto de las montañas andinas, fui asaltado por una estremecedora emoción estética durante los dos días con sus noches en que me fue permitido vivir en la ciudad inca. Rodeado de solemnidad y silencio, percibí la unidad y la armonía de esas piedras grandiosas, metamorfoseadas con los cambios de la luz peruana. Al abrigo del amanecer o de la noche, bajo la lluvia, entre la niebla, cada piedra emitía una energía sagrada y propia”.

Ramírez Villamizar, con su escultura, nos demuestra que no hay un totalitarismo tendencioso que lleve a establecer una única manera de ver el arte y de considerarlo. Es una importante muestra de libertad e irreverencia. Esto demuestra que no hay arte totalitario, ni maneras de hacerlo, totalitarias, sino que el arte es resultado de la eclosión de la necesidad de cada artista, o de cada hombre y ser que hace arte y que habla de él, inclusive cuando no puede dominarlo con toda su ley y canon, y la sutileza de su sensibilidad. Y por eso mismo coincidir con lo que se hace, es resultado siempre de la turbación de los sentidos y no de su maniobra tendenciosa. Ramírez Villamizar nos ha dicho: “Toda la Geometría está en la Naturaleza…” y ahí se provoca la verdad dramática de cómo tanto escultor como escultura morimos, entre la oxidación del hierro y la vida misma. Hierro y vida son lo mismo: se oxidan y se consuman en el instante en que más nos humillamos. Ramírez Villamizar se ha humillado humildemente ante la muerte de sí mismo y de sus esculturas que quedan, para nosotros, en otro sentido, como en una de sus esculturas que llamó: “Doble Victoria Alada” (Av. El Dorado, 1994). No sabremos cuál sentido, porque ya él no podrá ni querrá decirlo, he ahí la esencia del sentido, su no sentido y por lo mismo, una dialéctica de la sensación que se construye en nosotros, sin él.

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