Por grandioso y por diverso. Por padecer desde hace años el estigma de que los del primer mundo lo consideren situado “del otro lado” de la civilización. Por ser un gran crisol de razas, culturas, costumbres, religiones y paisajes como no los hay en ningún otro lugar del planeta, este mes decidí dedicarlo completamente al fascinante continente americano.
Los libros de historia desde 1492 se encargaron de referirse a la llegada de los españoles a estas tierras como “conquista” o “descubrimiento”, pero lo cierto es que con los años y mucho investigado sobre el tema, todos supimos que la realidad bien alejada estuvo de aquellos calificativos que los reyes de España y los escribas de la historia se encargaron de difundir.
Pero también es cierto que nadie puede negar que los viajes de Colón, junto con los de Marco Polo, cambiaron radicalmente el modo de concebir el mundo, pero también es cierto que esa empresa fantástica venida desde Europa arrasó con cuanto se le puso en el camino, aniquiló poblaciones enteras y con ello modificó indefectiblemente el modo de vida, las costumbres y el normal desarrollo cultural de aquellos que habitaban el continente a lo largo y a lo ancho de su extensión.
Desde entonces más de cinco siglos han pasado, pero por suerte, en esa grandiosa construcción llamada América, muchas de aquellas manifestaciones humanas, culturales y religiosas aún permanecen intactas intentando sobrevivir en medio de un mundo que cambia acelerada y vertiginosamente con cada instante que pasa.
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